Yo no lo elegí 18


YO NO LO ELEGÍ 18

«Eran las 6:00 cuando despertamos tiritando, el frío era intenso y nada lo podía detener, no podíamos hacer una fogata adentro y lo único que nos quedaba era esperar…

Fue ahí cuando nos miramos y David sacó la bolsa con el líquido de su chaqueta…

Era seguir aguantando el frío o confiar en que el líquido haga efecto…

Estábamos en un dilema»

Nos miramos, ambos esperábamos que el otro dijera algo, un mensaje, una señal, algo, lo único que retumbaba en ese momento era lo que nos había dicho aquel niño de la calle, que oliendo aquel líquido se nos pasaría el hambre y el frío…

David fue el primero en abrir la bolsa, un olor fuerte inundó el espacio en el que nos encontrábamos, debo ser sincero e indicar que teníamos miedo, mucho miedo, pero el frío era más fuerte, estábamos tiritando, de verdad era insoportable…

Y lo hicimos… ambos aspiramos de aquel líquido de forma alternada, a medida que lo haciamos, nuestras mentes volaban, se despedían de nuestros cuerpos y efectivamente ya no sentíamos ni frío ni otra cosa…

Era un líquido mágico, al terminar de evaporarse en nuestros pulmones caímos en el lugar que estábamos para seguir durmiendo plácidamente…

Despertamos a las 9 de la mañana aproximadamente, no nos dimos cuenta de que había amanecido, una patada de un guardia nos indicó que debíamos irnos de aquel lugar, nuestra cabeza retumbaba como un tambor, teníamos hambre, sueño y mucha sed…

Arreglamos nuestras costas y nos dirigimos a la plaza, no teníamos feria cerca ni algún lugar donde pedir trabajo, nuestras ropas ya no parecían de niños decentes, ya estaban hediondas y sucias, eran ya varios días los que no nos lavabamos, teníamos pena, hambre y una depresión enorme…

Ahí, sentados en las bancas de la plaza de la independencia se nos acerco el mismo niño de la noche anterior, tenía una manta que tapaba su boca, al instante supimos que estaba inhalando aquel líquido «mágico»…

Nos pregunto como estábamos y le respondimos que mal, que deseábamos más líquido para olvidarnos de lo que estábamos pasando, él nos respondió que no tenía más para regalar, pero que nos enseñaría a hacer dinero…

Ambos lo miramos con ojos bien abiertos, él ya había pasado por lo mismo y sin duda tendría respuesta a todas nuestras inquietudes…

Nos sentó en el pasto y como un buen profesor comenzó a explicar la manera en la que podíamos hacer dinero de forma fácil…

«Miren chicos, lo más importante es saber empezar y tener un pequeño capital para invertir, para eso deben pedir dinero directamente a la gente, será un poco difícil pero apenas caiga la primera moneda, las demás caerán de forma fácil, para pedir deben inventar alguna historia, no digan que necesitan una moneda, sino que necesitan comer, pongan cara de pena y les dicen que tienen hambre y si les pueden dar algo para comer, la gente es floja y no va a comprar comida, les dará dinero para ello, repito, no pidan monedas, pidan algo para comer…

Luego de aquello, cuando junten unos dos mil pesos vayan a la «cueva de tango», un local de calle Maipú, ahí compran parche curita, el paquete de 100 sale como 800, si los venden a 100 le sacan 10 lucas, y así sucesivamente… «

Nosotros nos miramos y dijimos «aquí esta la nuestra», le agradecimos sus recomendaciones y comenzamos con la aventura…

Nos ubicamos en tribunales, al medio y cuando veíamos pasar a una señora le pedíamos algo para comer, efectivamente, nos daban dinero para comprar algo, en 1 hora ya teníamos casi 4 mil pesos juntados…

Luego de aquello partimos al negocio que nos dijeron y compramos los parche curita, de a poco comenzamos a juntar dinero ya que ambos teníamos como un don para vender, la gente nos compraba al instante, obviamente pocos se resistían a un par de niños de 12 años con cara de buenos…

Ya en la tarde, juntamos todas las monedas y teníamos más de diez mil pesos, para nosotros un pequeña fortuna…

Luego felices fuimos a un local de comida a servirnos unos buenos sándwich, entramos al Llanquihue, pero un par de bravucones nos correteo pensando que iríamos a pedir limosna…

Intentamos en otro local más pequeño ubicado en calle Carrera y no hubo problema, la dueña nos atendió sin problemas e incluso nos regalo un café 🙂

Ya comidos y felices nos fuimos a la plaza para hacer hora, ahí nuevamente nos encontramos con nuestro «amigo» de la calle…

Nos pregunto como nos había ido y le contamos que excelente, agradecimos enormemente su instrucción y el nos entregó algo que debimos rechazar, pero no lo hicimos…

Otra bolsa con el líquido «mágico», yo mire a David casi rogando que rechazará aquello, pero el lo recibió sin problemas, al contrario, agradeciendo y casi feliz…

En mi interior sabia que aquello era malo, lo que no sabía era si podría rechazarlo o no…


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